Insistes en relacionarte con tu pequeño ser, intentando mejorarlo, siguiendo la tesis psicoanalítica de que cuando comprendas toda la inconsciencia de tu pequeño ser, te volverás más consciente. Este es un cuento antes de dormir.
Con la firme decisión de ver lo que te señalan, cambias una cosa por otra. Inmediatamente, cambia el pequeño ser por el verdadero y, además, se da cuenta de que donde descansa su naturaleza original no hay ni esto ni aquello.
Cuando te ves a ti mismo como el verdadero ser, no hay otro. Cualquier división es un retorno a vuestro pequeño ser, un retorno a la pequeña tragicomedia humana, al pequeño drama divino. Estableces tu drama dibujando esto o aquello, “yo” y “otro”, blanco y negro, azul y amarillo, arriba y abajo, izquierda y derecha.
Regresa a ese lugar donde no hay ninguna de las dos cosas. En su naturaleza original no existe ni esto ni aquello. Lo que eres no tiene gustos ni disgustos. Por eso hay compasión. La puerta de la compasión no es un ejercicio del ser pequeño, es la realidad de tu ser supremo, es el canto del silencio.
Refuerzo: no hagamos del ser supremo, lo que es, una posibilidad remota y futura. El ser supremo está aquí y ahora. Simplemente no se deje confundir por lo que se ve.